Se puede entender las primeras reacciones de una persona al perder un ser querido, la irritación de una sociedad que pide justicia, la bronca de quiénes son robados, la indignación por la inoperancia policial, el gatillo fácil.
Puedo entender que algunos se movilicen en busca de mayor seguridad, mientras que otros se movilizan en busca de… lo mismo, y esto ya no lo entiendo.
El día 17 de Junio falleció Diego Bonefoi en Bariloche, días siguientes en una marcha donde solicitaban justicia por el chico asesinado por un cabo de la policía, tuvo como saldo la muerte de dos jóvenes más. Ante esta desgraciada secuencia de asesinatos por parte de la policía hubo dos reacciones tan similares como opuestas. Por un lado volvieron a marchar una parte de la sociedad que con cada vez más efusividad reclamaba castigo a los oficiales. A su vez, otra manifestación se reunió en el centro de la ciudad sureña reclamando más seguridad. Estas dos marchas resultaron ser las voces de una sociedad dividida que busca un mismo objetivo, y me pregunto: ¿A quién juzgar, le apuntamos al pibe que murió o al policía que lo mató?
Hoy día este oficial fue echado, con justa razón por cierto, pero dejando como siempre como saldo pendiente cuestiones también graves sin resolver. El policía relevado estaba apto para cumplir con su función? Quién es más inexperto para portar un arma, el pibe menor de edad o el joven policía?
Lo complejo de este asunto es que dos sociedades con intereses distintos luchan por imponer el suyo. Esta división no es más que producto de una desigualdad social que se profundiza día tras día. Una desigualdad que hace que las personas sean cada vez más egoístas, violentas, ciegas de lo que ven en la esquina de su casa, sorda de los reclamos propios, afónicos de gritar por una justicia injusta para otros.
Para solucionar atacamos personas en lugar de problemas, así es más fácil, más rápido, porque no cuesta nada desvincular a un oficial o meter en la cárcel a un sospechoso, pero sí tiene un gran costo resolver el tráfico de armas por el cual un pibe de catorce años llega a poseer un revolver por chirolas, sí es casi utópico pensar en planes sociales de integración, sí es muy difícil ilusionarse con proyectos de trabajo serios para combatir el desempleo, sí parece una odisea convencer a quiénes tienen el poder político/económico que inviertan en educación
Quizás suene desordenado lo que escribo, lo cierto es que vuelco sensaciones, sentimientos, pensamientos, que siempre tengo en mi cabeza y encajan en casi todas las noticias de asesinato que lamentablemente existen a diario.
J.A.M.
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martes, 6 de julio de 2010
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